jueves, 12 de julio de 2012

Mi Infancia

Mi Infancia

RETAZOS DE MI BIOGRAFÍA
Mi infancia


Nací en Denia, en la posguerra.
Mi padre, Enrique Botella Salort, nació en Dénia y mi madre, Presentación López Brosel en Villafranca del Campo, Teruel. Mi padre hablaba valenciano con los amigos y en casa se hablaba castellano porque mi madre lo entendía pero no lo hablaba porque era aragonesa

Se casaron y nacimos primero yo, en segundo lugar mi hermana Pepa y en tercer lugar mi hermana Enriqueta.
Cuando yo nací, mis abuelos paternos y mi abuela materna ya habían muerto por lo que no los conocí. Mi abuelo materno vivió hasta que yo cumplí unos 10 años y venía de vez en cuando desde Teruel a vernos.
Mis padres eran un modelo como matrimonio y como padres.
Un tio de mi padre, casado con una hermana de mi abuela, tenía un comercio de óptica y joyería en el que trabajaba mi padre y que al morir mi tío se lo quedó en alquiler mi padre.
Los primero años de casados fueron difíciles para mis padres como para la mayoría de las personas por la posguerra. Las comidas muchas veces eran sopa de nabos y alimentos económicos. Como la familia de mi madre tenían en Villafranca del Campo algún cerdo y hacían la matanza, cuando venían a vernos nos traían algún trozo de jamón y embutido caseros que estaban exquisitos, especialmente el jamón. Yo no he comido nunca un jamón tan bueno y sabroso, aún tengo ahora su sabor en el recuerdo.


Primero vivimos en la C/ Pedro Esteve y luego alquilamos el segundo piso encima del comercio de mi padre en la calle Marqués de Campo 14.
Mi padre era el que se ocupaba especialmente de la parte técnica y taller de la óptica y joyería y también de atender al público.
Mi madre bajaba a ayudar a mi padre a ratos cuando éramos pequeñas y mas adelante toda la jornada. Cuando mi padre cerraba su negocio se subía a casa y se sentaba en la mesa camilla con nosotras y jugábamos a algún juego, nos estimulaba  a dibujar, pintar, hacer manualidades, flores de papel, repasar las tareas del cole,  etc. Después de cenar continuábamos también con mi madre nuestras actividades lúdicas. ¡Que buenos esos recuerdos!
Como yo era la mayor, en la óptica, cuando tenía 9 ó 10 años ya me enseñaba a cortar las lentes graduadas y a montarlas en las gafas. Me mandaba al banco a ingresar el dinero. Cuando había algún cliente moroso me enviaba a cobrar y yo iba con una amiga de mi edad.
Como yo era muy curiosa y me interesaba por todo, le hacía muchas preguntas y él con toda la paciencia me lo explicaba todo.
Nos educaba con el diálogo y con razonamientos. Recuerdo su consejo favorito que nos repetía muchas veces: “Lo que no quieras para ti no lo quieras para los demás” Este consejo nos lo repetía tantas veces que a mi no se me ha olvidado a pesar del paso de los años. Lo que ocurre es que en la vida a veces te tropiezas con personas que su máxima es “Aprovéchate todo lo que puedas del otro” y no reaccionas a tiempo. Nunca gritaba ni a nosotras ni a mi madre.
Por las noches, cuando mis hermanas y yo nos acostábamos, mis padres se quedaban en el comedor y se ponían la radio con música clásica y como mi habitación estaba al lado, yo la oía desde mi cama hasta que me dormía. ¡Qué bonita la música! ¡Qué bonitos recuerdos de esa época!
A mis siete u  ocho años mi padre compró una marina en la zona de Bassetes Nord. Tenía una zona de obra: el comedor y dos habitaciones y la cocina, despensa y baño era de madera. Durante el invierno, los domingos que hacía buen tiempo nos íbamos allí y mi padre plantaba y cuidaba algunas plantas y árboles y nosotras nos encargábamos de regarlos. En verano, mis padres se quedaban en Denia por el comercio y venían los fines de semana, nosotras nos íbamos con una sobrina de mi madre, Trini, y estábamos allí todo el verano hasta que en agosto venía alguna tormenta y refrescaba y volvíamos a Dénia.
Cada año para irnos venía un carro y cargábamos las camas y colchones y nos los llevábamos allí y al final del verano los volvíamos a traer a Denia.  Allí teníamos muchos vecinos: los Ferrer, los Bisquert, los Marsal, los Benlloch, los Noguera, Los Morales, los Puig, etc. Nos juntábamos muchos niños de todas las edades. Y los padres  se juntaban cada vez en una casa y organizaban comidas todos  juntos con todos los peques.


En la marina,  muchas veces invitábamos a alguna amiga a convivir con nosotras, como por ej. Conchita Almiñana. Los fines de semana que venían mis padres con la GuaGua, traían hielo y nos hacían helado casero que estaba buenísimo y era una gran fiesta el hacerlo. La heladera era un gran cubo de madera que llevaba dentro otro cubo metálico cerrado con una tapa donde se ponían los ingredientes para el helado: leche, vainilla, azúcar, etc. Entre el cubo de madera y el de metal se llenaba de trozos de hielo y sal y empezábamos a rodarlo turnándonos sin parar hasta que el helado se solidificaba. Y eso era una fiesta para nosotras
Allí nos lo pasábamos muy bien en la playa, con los árboles frutales que habían en cada casa; en una acequia que cruzaba por toda la zona, pues anteriormente era zona agrícola, especialmente de algodón y nos metíamos dentro; en el mar donde cada uno se enseño a nadar como pudo. A mi el mar siempre me ha gustado mucho y nunca le he tenido miedo y me metía al fondo nadando y cogíamos erizos y caracoles de un tamaño entre una almendra y una nuez y los mayores algún pulpo, que a los pequeños nos daban miedo.  Mas adelante, cuando nos casamos mi cuñado Paco de vez en cuando se iba buceando y traía algún pez.
Debajo del suelo del comedor era una cisterna donde se recogía el agua de lluvia que luego utilizábamos sacándola con un cubo. De vez en cuando bajábamos a limpiarla. Mas adelante pusimos una bomba que la llevaba hasta los grifos de la cocina y cuarto de baño. Esa agua tenía un sabor especial. Con el tiempo pusimos agua potable.
En la marina nos lo  pasábamos muy bien jugando con todos los compañeros. También lo pasamos bien en Denia jugando en la calle que no estaba asfaltada y como no habían apenas coches, el medio de transporte eran mas los carros con caballos, toda la calle era nuestra. Allí hacíamos hoyos y nos escondíamos nuestro tesoro. Cuando llovía hacíamos barquitos de papel y los poníamos cerca del bordillo de la acera y los hacíamos navegar. Cuando venía un familiar en carro desde un pueblo  vecino, cuando se iban nos subíamos arriba y nos llevaban hasta la salida de Denia y desde allí regresábamos andando. Eso era una fiesta para nosotros.
Íbamos al Colegio Loreto de las Hermanas Carmelitas.
Mis padres eran muy apreciados ambos por su carácter cordial y afable. A los clientes del comercio de mis padres les gustaba ser atendidos por mi madre por su buen carácter,  paciencia y simpatía. Mi madre  estaba muy enamorada de mi padre y mi padre de ella. La respetaba mucho.


Mi padre de vez en cuando iba a Valencia al médico y cuando éramos más mayores de vez en cuando había que llamar al doctor Lattur padre de urgencia porque no se encontraba bien. Un 31 de diciembre tuvo un disgusto con una cliente y le cogió un infarto, el médico vino enseguida, pero como no había ningún hospital en Denia, no se pudo hacer nada y falleció ese día  a las 12 de la noche. Para mi fue un golpe muy duro pues lo quería mucho y nos llevábamos muy bien.
Al morir él a mi me sacaron del colegio y me puse a trabajar en el comercio con mi madre y otra persona que trabajaba allí. Yo tenía trece años y me tuve que encargar de la correspondencia comercial, la contabilidad, ayudar a montar las gafas. Por las tardes iba a una academia. Yo me sentía, en cierto modo, orgullosa de hacer algo de lo que se había ocupado mi padre, pero se ve que en el fondo me quedé con ganas de aprender más cosas porque esos deseos han perdurado durante toda mi vida y siempre que podía y tenía tiempo aprovechaba para aprender algo nuevo.

11-07-2012

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