Mi Infancia
RETAZOS DE MI BIOGRAFÍA
Mi infancia
Nací en Denia, en la posguerra.
Mi padre, Enrique Botella Salort, nació en Dénia y mi madre, Presentación López Brosel en Villafranca del Campo, Teruel. Mi padre hablaba valenciano con los amigos y
en casa se hablaba castellano porque mi madre lo entendía pero no lo hablaba porque era aragonesa
Se casaron y nacimos primero yo, en segundo lugar mi hermana
Pepa y en tercer lugar mi hermana Enriqueta.
Cuando yo nací, mis abuelos paternos y mi abuela materna ya
habían muerto por lo que no los conocí. Mi abuelo materno vivió hasta que yo
cumplí unos 10 años y venía de vez en cuando desde Teruel a vernos.
Mis padres eran un modelo como matrimonio y como padres.
Un tio de mi padre, casado con una hermana de mi abuela,
tenía un comercio de óptica y joyería en el que trabajaba mi padre y que al
morir mi tío se lo quedó en alquiler mi padre.
Los primero años de casados fueron difíciles para mis padres
como para la mayoría de las personas por la posguerra. Las comidas muchas veces
eran sopa de nabos y alimentos económicos. Como la familia de mi madre tenían
en Villafranca del Campo algún cerdo y hacían la matanza, cuando venían a
vernos nos traían algún trozo de jamón y embutido caseros que estaban exquisitos,
especialmente el jamón. Yo no he comido nunca un jamón tan bueno y sabroso, aún
tengo ahora su sabor en el recuerdo.
Primero vivimos en la
C/ Pedro Esteve y luego alquilamos el segundo piso encima del
comercio de mi padre en la calle Marqués de Campo 14.
Mi padre era el que se ocupaba especialmente de la parte
técnica y taller de la óptica y joyería y también de atender al público.
Mi madre bajaba a ayudar a mi padre a ratos cuando éramos
pequeñas y mas adelante toda la jornada. Cuando mi padre cerraba su negocio se
subía a casa y se sentaba en la mesa camilla con nosotras y jugábamos a algún
juego, nos estimulaba a dibujar, pintar,
hacer manualidades, flores de papel, repasar las tareas del cole, etc. Después de cenar continuábamos también
con mi madre nuestras actividades lúdicas. ¡Que buenos esos recuerdos!
Como yo era la mayor, en la óptica, cuando tenía 9 ó 10 años
ya me enseñaba a cortar las lentes graduadas y a montarlas en las gafas. Me
mandaba al banco a ingresar el dinero. Cuando había algún cliente moroso me
enviaba a cobrar y yo iba con una amiga de mi edad.
Como yo era muy curiosa y me interesaba por todo, le hacía
muchas preguntas y él con toda la paciencia me lo explicaba todo.
Nos educaba con el diálogo y con razonamientos. Recuerdo su
consejo favorito que nos repetía muchas veces: “Lo que no quieras para ti no lo
quieras para los demás” Este consejo nos lo repetía tantas veces que a mi no se
me ha olvidado a pesar del paso de los años. Lo que ocurre es que en la vida a
veces te tropiezas con personas que su máxima es “Aprovéchate todo lo que
puedas del otro” y no reaccionas a tiempo. Nunca gritaba ni a nosotras ni a mi
madre.
Por las noches, cuando mis hermanas y yo nos acostábamos, mis padres se
quedaban en el comedor y se ponían la radio con música clásica y como mi
habitación estaba al lado, yo la oía desde mi cama hasta que me dormía. ¡Qué
bonita la música! ¡Qué bonitos recuerdos de esa época!
A mis siete u ocho
años mi padre compró una marina en la zona de Bassetes Nord. Tenía una zona de
obra: el comedor y dos habitaciones y la cocina, despensa y baño era de madera.
Durante el invierno, los domingos que hacía buen tiempo nos íbamos allí y mi
padre plantaba y cuidaba algunas plantas y árboles y nosotras nos encargábamos
de regarlos. En verano, mis padres se quedaban en Denia por el comercio y
venían los fines de semana, nosotras nos íbamos con una sobrina de mi madre,
Trini, y estábamos allí todo el verano hasta que en agosto venía alguna
tormenta y refrescaba y volvíamos a Dénia.
Cada año para irnos venía un carro y cargábamos las camas y
colchones y nos los llevábamos allí y al final del verano los volvíamos a traer
a Denia. Allí teníamos muchos vecinos:
los Ferrer, los Bisquert, los Marsal, los Benlloch, los Noguera, Los Morales,
los Puig, etc. Nos juntábamos muchos niños de todas las edades. Y los
padres se juntaban cada vez en una casa
y organizaban comidas todos juntos con
todos los peques.
En la marina, muchas
veces invitábamos a alguna amiga a convivir con nosotras, como por ej. Conchita
Almiñana. Los fines de semana que venían mis padres con la GuaGua, traían hielo y nos
hacían helado casero que estaba buenísimo y era una gran fiesta el hacerlo. La
heladera era un gran cubo de madera que llevaba dentro otro cubo metálico
cerrado con una tapa donde se ponían los ingredientes para el helado: leche,
vainilla, azúcar, etc. Entre el cubo de madera y el de metal se llenaba de
trozos de hielo y sal y empezábamos a rodarlo turnándonos sin parar hasta que
el helado se solidificaba. Y eso era una fiesta para nosotras
Allí nos lo pasábamos muy bien en la playa, con los árboles
frutales que habían en cada casa; en una acequia que cruzaba por toda la zona,
pues anteriormente era zona agrícola, especialmente de algodón y nos metíamos
dentro; en el mar donde cada uno se enseño a nadar como pudo. A mi el mar
siempre me ha gustado mucho y nunca le he tenido miedo y me metía al fondo
nadando y cogíamos erizos y caracoles de un tamaño entre una almendra y una
nuez y los mayores algún pulpo, que a los pequeños nos daban miedo. Mas adelante, cuando nos casamos mi cuñado
Paco de vez en cuando se iba buceando y traía algún pez.
Debajo del suelo del comedor era una cisterna donde se
recogía el agua de lluvia que luego utilizábamos sacándola con un cubo. De vez
en cuando bajábamos a limpiarla. Mas adelante pusimos una bomba que la llevaba
hasta los grifos de la cocina y cuarto de baño. Esa agua tenía un sabor
especial. Con el tiempo pusimos agua potable.
En la marina nos lo
pasábamos muy bien jugando con todos los compañeros. También lo pasamos
bien en Denia jugando en la calle que no estaba asfaltada y como no habían
apenas coches, el medio de transporte eran mas los carros con caballos, toda la
calle era nuestra. Allí hacíamos hoyos y nos escondíamos nuestro tesoro. Cuando
llovía hacíamos barquitos de papel y los poníamos cerca del bordillo de la
acera y los hacíamos navegar. Cuando venía un familiar en carro desde un
pueblo vecino, cuando se iban nos
subíamos arriba y nos llevaban hasta la salida de Denia y desde allí
regresábamos andando. Eso era una fiesta para nosotros.
Íbamos al Colegio Loreto de las Hermanas Carmelitas.
Mis padres eran muy apreciados ambos por su carácter cordial
y afable. A los clientes del comercio de mis padres les gustaba ser atendidos
por mi madre por su buen carácter,
paciencia y simpatía. Mi madre
estaba muy enamorada de mi padre y mi padre de ella. La respetaba mucho.
Mi padre de vez en cuando iba a Valencia al médico y cuando
éramos más mayores de vez en cuando había que llamar al doctor Lattur padre de
urgencia porque no se encontraba bien. Un 31 de diciembre tuvo un disgusto con
una cliente y le cogió un infarto, el médico vino enseguida, pero como no había
ningún hospital en Denia, no se pudo hacer nada y falleció ese día a las 12 de la noche. Para mi fue un golpe
muy duro pues lo quería mucho y nos llevábamos muy bien.
Al morir él a mi me sacaron del colegio y me puse a trabajar
en el comercio con mi madre y otra persona que trabajaba allí. Yo tenía trece
años y me tuve que encargar de la correspondencia comercial, la contabilidad, ayudar a
montar las gafas. Por las tardes iba a una academia. Yo me sentía, en cierto
modo, orgullosa de hacer algo de lo que se había ocupado mi padre, pero se ve
que en el fondo me quedé con ganas de aprender más cosas porque esos deseos han
perdurado durante toda mi vida y siempre que podía y tenía tiempo aprovechaba
para aprender algo nuevo.
11-07-2012